Usted está aquí

GAF - Gamma Bay

Gamma Bay. Por el poder de Andrómeda

Gamma Bay es un disco queer que convierte a GAF en una banda trans-rock. Y voy más en serio de lo que parece. Como Bowie con cada personaje, GAF da un paso en cada disco. Por suerte, no para reinventarse, sino para posibilitar que su sonido, como un fluido o una célula, mute. Y este disco me ha hecho tres cosas básicas: He disfrutado mucho. He pasado momentos de angustia y claustrofobia. He sentido de verdad que ya lo tenía en cassette o CD hacía años y lo estaba escuchando de nuevo.

Esto último pasa porque en él hibridan múltiples estilos e influencias, que lo hacen parecer imposibles: una edición japonesa de rarezas de aquellos primeros My Bloody Valentine. O bien el único disco de una banda shoegaze de los 90, desconocida hasta hoy, y que resultara un eslabón perdido, donde el dream pop se mezclara al noise en un raro caso de dream rock. Porque GAF consigue eso. Y porque las pesadillas también son sueños. Si dije antes lo de queer es porque el disco es un engendro nacido en los márgenes de todo, pero con entidad propia como para dibujarse a sí misma en ese entre, donde escuchar Gamma Bay es oir lo de antes por primera vez. Oir versiones de la Velvet hechas por Stereolab y Mogwai juntos.

Nombrar dos bandas tan enormes no busca dar méritos exagerados a GAF, sino imaginar una ruta sonora que al seguirla nos lleva a Andrómeda, single que nombraremos como representante del disco. Andrómeda (que además de la galaxia era aquel Caballero del Zodiaco queer) tiene algo de ese espacio fronterizo donde viven los clásicos. La luz de una galaxia pero el vértigo de la ingravidez. Y tras días obsesionado con ella, acabé comprendiendo cómo me conmueve. En parte por una melodía hermana de Rano Pano, uno de mis temas fetiche de Mogwai. En parte por una insistencia constante y obstinada que junto a los impulsos de Carol (percusivos y vocales) me lleva a tropezar, entonces sí, con ese mismo recurso que Stereolab usaba insistentemente hasta producir fractales.

Casualidad o no, escribiendo esto descubrí que Mogwai tiene nuevo disco. Y es bueno. También que han cambiado de formación, con Cat Myers a la batería, aunque ella no canta. Carol sí lo hace. Y cómo. Así GAF, que es un monstruo de varias cabezas y cuerpos, se ha transformado en una criatura de voz femenina. Una banda de rock donde la cantante toca la percusión, como hiciera Maureen Tucker. Como pasa en otras bandas entre indies y rockeras, pero siempre con una puerta abierta a cierta psicodelia atmosférica producida por repetición (Yo la tengo, Low...) Para ello han deshechado aquella versatilidad a lo Sonic Youth que tenían al intercambiar instrumentos y voces, han dejado atrás su paso por formatos más orquestales y han encontrado un esqueleto sobre el que basar la posibilidad de jugar al rock, de nuevo, por primera vez. Una reconcentración que, casualmente o no, aprecio también en Mogwai, y que les sienta tan bien como a la banda escocesa. En ambos casos, replegarse ha supuesto un crecimiento.

Por un lado, Mogwai es una banda referencial que tras algunos altibajos se ha encontrado a sí misma al superar el post-rock, ese limbo con bandas atrapadas en un delirio virtuoso de eternas subidas y bajadas. Ahora su fórmula es más sencilla y elegante. Por otro, es fácil ver cómo a GAF les ha ocurrido algo similar en su trayecto, solo que en su caso el movimiento es a la inversa y no ha atravesado irregularidades tan grandes. Su nuevo trabajo es una ruidosa máquina del tiempo que lleva al espacio sonoro del posible futuro de ayer. Por eso, superadas las etiquetas con una identidad múltiple, voluble y clara, Gamma Bay se hace escuchar como un disco de pre-rock. Algo que parecía perdido, porque está siempre y hay que dejarse encontrarlo. Recomiendo hacerlo a un volumen alto.

Gamma Bay - GAF y la Estrella de la Muerte - Foehn Records 2018