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“Chaaacho”

'La vuelta al mundo en 80 días'. Cía D’hoy teatro.

Teatro Cine Los Realejos, 1/2/15

Crítica de Jordi Solsona

Foto: twitter Iván Álamo

 

¿De verdad se puede dar la vuelta al mundo, no ya en ochenta días, si no en apenas hora y cuarto? Pues sí. Y más de una. D’hoy Teatro lo consigue sin tapujos y con estilo.

Si tienen oportunidad vayan a ver a esas criaturas. Se divertirán. Saldrán de la sala un poco desconcertados, porque no es esa la idea de Phileas Fogg que solemos tener en mente, ni era ese el devenir de la historia de Verne. Pero les garantizo que saldrán satisfechos. Tanto chicos como adultos aplaudimos con unas caras de satisfacción que daba gusto vernos.

D’hoy teatro nos sumerge en el mundo de Julio Verne con 'La vuelta al mundo en ochenta días'. Una adaptación que empieza todo lo respetuosamente que puede permitirse una adaptación. Hasta que, poco a poco y, sobre todo, tras un “chaaacho” que  quita el hipo, la cosa se disparata. ¡Y de qué manera! El paso de los protagonistas por México es hilarante. El encuentro de los mismos con el artisteo de Hollywood, surrealista. Y el culmen de todo, cuando llegan a España: comedia de gran entretenimiento.

La magia existe. La compañía no es que se distinga por un trabajo actoral exquisito, casi lo contrario: todos andan bien justitos en voces, mímica, interpretación… Sobre todo la joven hindú que se cruza en el camino de Phileas Fogg. En el otro extremo, sin embargo, está la joven que interpreta al criado Jean Passepartuot, con un don natural para las tablas. ¿Entonces? Ah… ¡He aquí el teatro! D’hoy teatro sabe de teatro. Manejan los tiempos, conocen lo que quiere el espectador, actualizan el texto con alusiones reivindicativas muy adecuadas a lo que está ocurriendo en la calle. Y, también, recurren a los tópicos para mofarse de ellos sin incurrir en el uso baladí de los mismos. Que la enamorada de Fogg se quede en España porque se prenda del paquete del torero es, en una obra infantil, sublime, porque pasa el filtro para menores de edad con desparpajo y enloquece a las mamás y los papás que esperábamos asistir a una simple función para la gente más menuda de la casa.

D’hoy teatro, pese a su juventud, sabe moverse en lo esencial como demuestra su mínima escenografía, que sirve para transportarnos, con lo imprescindible, a través del orbe con un punto de belleza, incluso. Saben contar parte de la historia sin necesidad de texto, apoyándose en las típicas correrías de un lado a otro del escenario, como si de muñecos de guiñol se tratase. O atinan a resumir la trama con frases muy sencillas. Todos esos recursos el público los agradece y comprende que hay más teatro en el escenario de lo que aparenta, lo que disculpa cualquier otra insuficiencia.  Fui con cinco críos y crías entre los seis y los nueve años. Salieron encantados. Y los papás, y las mamás, y un servidor que les escribe. Una placentera mañana de teatro. Así da gusto. Así se empieza a amar el teatro.