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Confesaba ayer Euclydes Mattos, entre las varias lánguidas y curiosas anécdotas que salpican su repertorio, que a pesar de llevar veinte años viviendo en Barcelona se siente incapaz de seguir el ritmo de una sardana. Esto no significa que Mattos no sea un profesional preparado. De hecho llegó justo a tiempo para bajar del avión y ponerse a tocar.

El coqueto espacio que Room 26 dedica desde su apertura al jazz y a las músicas del mundo nunca fue tan acertado. El artista brasileño, sucesor por méritos propios del sonido de autor de su país de origen, estaba rodeado de amigos, por lo que pudo ya desde el primer tema y hasta el final, tras un solicitadísimo bis, charlar e interpelar a un público cercano y entregado.

Su repertorio demuestra no solo el buen gusto que el guitarrista tiene a la hora de elegir grandes clásicos de la bossa, pone también sobre la palestra las virtudes de una música que solo suena bien cuando se hace con elegancia. Su cándida y personal manera de susurrar las canciones y el virtuosismo a la hora de extraer acordes y ritmos imposibles a su guitarra, estaban acompañados en esta ocasión, y casi en todo momento, por el ilustre percusionista local José Pedro Pérez, a quien hacía tiempo que no nos tropezábamos en un concierto.

Junto a este, Mattos desgranó un programa que incluía temas propios como la genial Canto Forte junto a nuevas piezas para futuros proyectos y por supuesto grandes clásicos inolvidables como Estamos Ai o Manhã de Carnaval.  Era el día del debate sobre el estado de la nación así que reivindicando el origen de canción protesta y el poco juicio de los gobiernos actuales interpretó un sentido Oh qué será. Y por supuesto algunas de sus composiciones favoritas, Canto de Ossanha de Baden Powell o Gente Humilde de Anibal Augusto 'Garoto'. Casi sin pensárselo optó por Garota de Ipanema cuando le pidieron desde el público que se atreviera con alguna de Tom Jobim.

Euclydes Mattos es un romántico, poseedor de un espíritu joven, es uno de esos pocos galanes que todavía son capaces de crear un disco inspirado por una mujer. Un soñador con los pies en el suelo, que disfruta pirateando sus discos porque hay un señor que tiene los derechos de su antigua obra. Un virtuoso magistral de digitación extrema que agradeció que en algún momento alguien mandara a callar a los más escandalosos del local y que inspira pasión y calor a través de su mágica aureola de coherencia esculpida por la experiencia.

El artista repite este viernes y sábado a las 21:30 en Room26, la entrada es gratuita y la experiencia inolvidable. No se lo piensen dos veces y disfruten de uno de los grandes intérpretes de nuestro tiempo.

 

Una crónica de Conache