Usted está aquí

Lleno total en el estreno de Senderos de Gloria, con en el que la compañía Burka Teatro presentaba en el Auditorio Capitol de Tacoronte esta dramática y comprometida propuesta basada en la novela de Humphrey Cobb que inspiró el filme de Stanley Kubrick. 

 

Abrumador éxito de Burka Teatro con una más que recomendable puesta en escena en la que destaca un excelente trabajo actoral en un elenco casi despersonalizado, en el que más de una veintena de personajes son interpretados por tan sólo nueve actores. La magnífica adaptación realizada por el también director Nacho Almenar es uno de los grandes aciertos de la obra, la precisión con la que la compañía es capaz de dar fluidez a un argumento denso y complicado se resume en inteligentes capítulos bien hilvanados, sin tregua, en los que la tensión se acumula hasta niveles insospechados y que sumergen al público en una ineludible sensación de desesperanza. La obra que cuenta la historia y el proceso de varios soldados a los que por diferentes causas se les acusa de cobardía, tiene varios momentos álgidos y espeluznantes que son subrayados de manera determinante por un percusionista que ambienta diferentes escenas a base de marchas militares, sonidos de incursión, disparos, explosiones y música incidental. Los escenarios se van transformando mínimamente y pasan de ser trincheras a campos de batalla, cárceles o lujosas estancias de mandos militares en una escenografía mínima, pero muy bien cuidada, que se apoya también en un impecable trabajo de iluminación. Un exquisito vestuario de época muy trabajado y totalmente acertado con la ambientación marcial del decorado, acentúa la sensación gris y polvorienta de este drama desgarrador.

 

Una obra en definitiva con la que se pueden sentir incómodos pero satisfechos, en la que pueden presenciar una batalla campal con un número indeterminado de bajas, escaramuzas varias, juicios y estupendas reflexiones sobre la guerra, la esperanza, los ideales o la inconmensurable estupidez del ser humano. Emociones a flor de piel,  y momentos de infinita tristeza que en ocasiones acaban con una corta pero sonora carcajada, y que rompe (a veces con alivio), el estado de tensión en el que el público se siente atrapado de manera constante.